miércoles, 25 de enero de 2012

Reportaje: La vida en una residencia universitaria










Son muchos los estudiantes que cada año eligen una residencia como hogar para pasar su etapa académica. Basta con asomarse a la residencia femenina María Inmaculada de Granada para observar el constante ir y venir de universitarios.
La residencia se empezó a construir en Granada en 1899. Surgió como respuesta a las necesidades de los jóvenes de los pueblos que llegaban a las grandes ciudades. Antiguamente, sobre 1965, se acogía a señoras mayores -unas con viviendas y otras no-, que llegaban a la residencia para no estar solas y también había chicas que iban a aprender a trabajar, las cuales no pagaban nada. Además, funcionaba como escuela-hogar en la que las estudiantes recibían clases. “Nuestra labor ha sido muy humilde, siempre había un apoyo para ayudar a la parte más débil de la casa”, dice una de las religiosas del centro. Como medio para subsistir tenían el lavadero, el planchador y el taller de bordado. Después de la Guerra Civil acogieron a muchas chicas huérfanas.
En la actualidad, este centro acoge a estudiantes y trabajadoras con edades comprendidas entre los 14 y los 25 años. La labor principal de las religiosas de María Inmaculada es “la formación integral de la persona tanto a nivel académico como personal, que sean personas que piensen en los demás y que descubran a Dios en sus vidas”, declara la hermana Montse Pérez, administradora de la residencia y encargada de planta.
Por otra parte, la hermana María Extremera, responsable del comedor y de otra de las plantas, espera que “las residentes sepan tomar la vida entre sus manos, que estudien mucho y que su profesión sea un servicio a la sociedad más que tener como objetivo un fin lucrativo, para que crezcan como personas y colaboren con el bien de la sociedad”.
DOS PARTES
Esta residencia consta de dos partes. Por un lado, “las marquesitas”, como cariñosamente llaman a las chicas que viven en las habitaciones con vistas a la calle Marqués de Falces, y por otro, “las chicas de Gran Vía”, cuyas habitaciones dan a dicha calle de la capital.
En total, cuenta con 75 habitaciones individuales y dobles, equipadas con baño completo y calefacción, además de las zonas comunes, como salas de estudio, biblioteca, salas de televisión, salitas de estar, salón de actos e Internet en todo el edificio. La forman 90 residentes y once religiosas. “Intentamos inculcar los valores fundamentales a cada una sin dejar que se arrastren por los contravalores que la sociedad de consumo ofrece y, sobre todo, que se formen como personas”, afirma la hermana María.
UN DÍA EN LA RESIDENCIA
Desde las 8 de la mañana, las más madrugadoras bajan para desayunar y, después de colocar su ficha verde para indicar que han salido, ir a clase. Siempre hay alguna monja o personal de limpieza por los pasillos que da los buenos días. Durante la mañana, está todo tranquilo, ya que la mayoría de las chicas está en clase. Mientras, las hermanas aprovechan para hacer otros quehaceres. Desde cocina se encargan de que esté todo listo para la hora de comer.
A las 13:55 horas ya se puede apreciar a muchas jóvenes esperando e intentando averiguar lo que van a comer dejándose llevar por el olor. Cuando el comedor abre sus puertas, se oye decir a algunas “qué rico” o “ves, te dije que había de esto” y a otras “a mí eso no me gusta” o “no me apetece”. El comedor es un salón muy grande, con siete largas mesas en forma rectangular y otras dos más pequeñas. Por la tarde, unas van a clase y, otras, a dar una vuelta o se quedan en casa. A las 9 de la noche, hora de cenar, es cuando más gente hay. La cola es interminable. A veces, se tarda más en la cola que en comer. Después, cada una se va a su habitación a estudiar u opta por ver la tele.
Al andar por los pasillos, los secadores hacen acto de presencia y el teléfono del centro no para de sonar. Son los familiares de las residentes. “Lo que destacaría de la residencia son los momentos en los que nos reunimos todas en las comidas y cenas y en las fiestas en las que nos lo pasamos muy bien; también el que nunca estás sola, siempre hay alguien por los pasillos”, manifiesta María Valdivia, una residente desde hace cuatro años. “Siempre vas a encontrar a alguien con quien estar, siempre estás acompañada y conoces a mucha gente”, explica Ana Isabel Terrón, una residente desde hace cinco años.
DIFERENTES PROCEDENCIAS
Las chicas vienen de diferentes lugares de España como Ciudad Real, Córdoba, Almería, Jaén, Málaga o alrededores de Granada, incluso de Melilla. “Vine porque me gusta esta ciudad y ya tenía pensado instalarme aquí, aunque al principio es difícil, es todo nuevo y a mí me cuesta”, manifiesta Isabel María Guevara, una de las novatas, que procede de Almería.
Llegar a un lugar en el que hay que convivir con más personas y estar lejos de casa no es fácil. “El primer año fue muy malo, me costó mucho adaptarme porque soy muy tímida”, dice Ana Isabel Terrón, de Lanjarón. Por otra parte, Valdivia, que llegó desde Melilla, añade que “tenía ilusión porque empezaba una carrera universitaria y por cambiar a una ciudad nueva, aunque también el miedo por no saber si me iba a ir bien o mal. Me costó adaptarme, sobre todo, por estar lejos de mi casa y saber que no podía ir todos los fines de semana. El primer año me costó, pero luego me fui acostumbrando”, admite.
Las religiosas coinciden en que intentan que las chicas se sientan cómodas y que la estancia sea lo más parecida a su casa, con un ambiente agradable. Guevara, en el poco tiempo que lleva en la residencia, destaca “la alegría de ver a muchas niñas, de toda la amabilidad que hay y de las buenas relaciones que se entablan. La acogida ha sido buena”, insiste.
Además de residencia, el edificio funciona como centro social en el que, cada día, alrededor de una veintena de jóvenes, la mayoría inmigrantes, son atendidas por las religiosas. “Vienen en busca de trabajo como empleadas del hogar. Ahora llegan más extranjeras, pero antes todas eran españolas”, declara una de las religiosas.


Esta noticia fue publicada en el diario Granada Digital y Andalucía noticias. Aquí dejo el enlace al reportaje

Entrevista a Luis Mochón Corredor, maestro de aikido



Noemí Funes Ruiz
 Luis: “Si conseguimos conectar con nuestra esencia espiritual y conseguimos transmitirla al exterior, el mundo cambia”




Su pasión por las artes marciales le viene desde niño. Luis Francisco Mochón Corredor (Granada, 1975) es maestro en aikido. Durante este año ha impartido seminarios en Alicante, Almería, Sevilla y Granada. También ha querido llevar la práctica del aikido fuera de España, con cursos en Malta y Nápoles. Empezó en este arte hace diecisiete años “porque me gustaban como iban vestidos, aunque de antemano me gustaba el mundo de las artes marciales”. Estudió historia y a pesar de no haber desarrollado su carrera afirma que le sirvió para aprender a enseñar la técnica de aikido a los demás. Actualmente, Luis imparte clases, desde hace diez años, en la escuela Dojo Musubi de la capital a un grupo de unos 60 alumnos.

¿Me podría definir lo que es el aikido?
Es una forma de armonizar y de integrar los conflictos. Si hay un conflicto, en vez de chocar entre los dos podemos conseguir unirnos y de ahí, sacar algo creativo. Es decir, lo interesante cuando a mi me ataca no es que yo pueda evitar que me haga daño, sino que también evite hacerle daño a él y que yo controle el miedo en mi.

¿En qué consiste la técnica del aikido?
En la práctica existen dos roles, uno defiende y el otro ataca. Pero realmente no se ve al otro como un enemigo sino que el que ataca, utiliza una técnica marcial como un ataque, un agarre o un golpe pero la herramienta marcial son herramientas para trabajar nuestro interior. Cuando recibes ese ataque hay que intentar armonizar con el, cambiar con el, adaptarte con el ataque. En este proceso de adaptación, lo que consigues es que el otro se desequilibre, que acabe incluso inmovilizado en el suelo pero sin la necesidad de hacerle daño. Su planteamiento es no ver al otro como el enemigo sino ver al enemigo dentro e intentar vencerlo.

¿Qué se trabaja con esta práctica?
Se trabaja mente, cuerpo y espíritu. El cuerpo se entrena para estar cada día más flexible, más relajado ante una situación extrema y el cuerpo intenta adaptarse a los cambios. La mente igual intentamos enfocar y parar la mente y lo que hacemos es crear una mente flexible para adaptarnos mejor a los cambios.

Si el aikido es un arte en el que no existe la violencia, ¿puede ser aplicable como defensa personal en una agresión física?
Sí, sin lugar a dudas. De hecho es un trabajo de defensa personal. Para mí y para el maestro Endo sensei, a quien sigo, el aikido lo que busca es la contemplación en la acción, busca que en ese proceso de defensa personal lo importante no es el resultado, lo importante es cómo está el cuerpo y la mente de las dos personas que se enfrentan. Consiste en acabar con la agresión sin dañar al agresor, con el que se pretende no usar la violencia, ni el exceso físico. La meta sería conseguir que el agresor acabara entendiendo lo equivocado de su acción.

¿Cuál es el objetivo de practicar aikido?
Con el aikido se busca poder defenderte de una agresión pero que no triunfe el miedo ni la ira ni el terror sino que los dos aikidokas salgamos reforzados y que lo que triunfe sea el amor. Tengo que conseguir a través de mi práctica marcial convencer de que lo que está haciendo rompe el equilibrio del universo. De lo que se trata es de transformar la dualidad en unidad, tengo que hacerte entender que los dos somos estamos hechos de lo mismo. Mientras tengamos esta visión de dualidad, la posibilidad de conflicto será muy grande.

El maestro Morihei Ueshiba, fundador del aikido, decía que cuerpo y mente deben estar encaminados como uno, unificados con la actividad del universo. ¿Qué quiere decir esta frase? ¿Qué significa para usted?
Esa es la conciencia de la unidad. Cuando tu desarrollas una conciencia unificada en ese momento desaparecen los enemigos en el mundo porque todo esta unificado en el universo. Ya no hay enemigos, lo único que existe son comportamientos equivocados por eso hay que corregirlos, pero la forma de corregirlos no es con la violencia. La idea del aikido es convencer al otro de que su comportamiento está mal, es equivocado, eso es lo que significa esta frase.

¿Qué beneficios puede tener la práctica de este arte marcial para una persona?
Controlar el miedo, la tensión, la agresividad, concentrar la mente en escuchar el ataque del otro. En el aikido lo que buscamos es que se sepa enfocar la mente a un estado en el que no veamos al otro como el enemigo sino que sepamos escuchar su fuerza, sentir su intención… y eso lo estas transformando en algo creativo, en algo pacifico en algo que no duele, en algo que es incluso estético. Al estar entrenando tu mente todos los días hace que eso malo que te está pasando, lo acepte, de manera que podamos adaptarnos  mejor al cambio, en ese momento te cambia el mundo.

Entonces, ¿puede ser beneficioso para la salud?
Claro, es totalmente terapéutico. Cuando trabajamos cuerpo y mente estamos conectando con nuestra esencia, lo que empiezas a tener la capacidad de escucharte a ti mismo y a los demás, pero no solo escuchar las palabras sino el cuerpo. De manera que si una persona se abre a ese estado mental y corporal puede empezar a sentir de donde vienen los dolores, que origen tiene las emociones, incluso percibir la preocupación en los demás, la felicidad, el sentimiento….Porque te vuelves muy receptivo. Es beneficioso en el sentido desde sentirte mejor hasta el punto de que emocionalmente estas más equilibrado, físicamente estas más flexible y relajado, el día a día es más apacible y sereno. En cuanto a los problemas te adaptas a ellos, intentas verlos como una forma de aprender. El aikido es física y socialmente terapéutico.

¿Qué ha supuesto para usted practicar aikido en tu vida diaria?  ¿Ha experimentado algún cambio?
Es algo que te transforma desde dentro, tanto que llega un momento en que lo necesitas. Lo primero que te trae es serenidad. Lo más importante del aikido es que te ayuda a encontrar equilibrio, te ayuda a ser consciente de tus emociones, de donde vienen esas emociones, y al producirse eso tu vida cambia y te vuelves mucho más sereno y flexible. Si consigues eso realmente la vida es distinta, todo cambia. A mí, sobretodo,  me ha dado mucha serenidad y equilibrio.

¿Cuál es el perfil de sus alumnos?
No es un perfil uniforme. Tengo alumnos que se dedican al mundo de la seguridad como policías o militares, que en un principio buscaban la defensa personal pero que, hoy día, buscan estar equilibrados y emocionalmente serenos, que es la base de una buena defensa personal también. Luego, también hay personas que buscan mejorar su autoestima y otras que no saben lo que buscan pero cuando entran en el aikido contactan con el problema que tienen y les ayuda a superarlo. Los problemas pueden ser miedos físicos y emocionales, o falta de control, y el aikido es como una especie de bálsamo para las heridas. También hay mujeres maltratadas que vienen a recibir clase pero no porque yo les pueda a enseñar a defenderse mucho sino porque yo les puedo introducir en un entorno de mucho equilibrio y les puedo ayudar a combatir su  miedo. Con mis alumnos formamos una gran familia. Cuando llega alguien a la escuela les digo siempre el aikido va a cambiar tu vida.

¿Qué quiere conseguir con la práctica del aikido?
Yo quiero cambiar el mundo, yo busco que cambie, está claro que esto no funciona. Para ello hay cambiar la sociedad y cada persona tiene que cambiar por dentro. Entonces yo creo que si a cada persona que va a mi dojo los conecto con su interior, van a cambiar lo que  le rodea. Hay que poner el reino del espíritu en la tierra como decía el fundador, Moriehi Ueshiba. Con la práctica del aikido desarrollaremos una conciencia más cooperativa, creativa y unificada que generara paz y armonía.

A su juicio, ¿qué es conseguir el éxito en la vida?
Tener éxito en la vida, para mí, seria todo lo contrario a lo que nuestra sociedad considera éxito. Es volvernos conscientes de la misión que tenemos en la vida, entonces seremos felices y, para mí, ser feliz es conseguir el éxito. Cuando encuentras el sentido de tu vida en ese momento puedes enfocar tu camino en una dirección y cuando lo enfocas eres feliz pero por supuesto esa felicidad es algo que no se puede encontrar fuera, que, para mí, está dentro de cada persona. Yo soy muy feliz porque creo que cada vez soy más consciente de qué es lo que hago aquí y tengo claro que estoy aquí para aprender, por eso todo me sirve y puedo aceptarlo de una forma serena.

En una de sus conferencias, dijiste que controlando la mente podíamos conseguir lo que queramos
Es algo casi científico. Está demostrado que cuando una persona utiliza bien su mente y controla sus pensamientos  y se hace un esfuerzo por generar pensamientos positivos, la mente los genera y generalmente el mundo cambia a tu alrededor. Eso pasa porque todo lo formamos con el poder de nuestra mente. Las cosas no cambian tanto si eres capaz de aceptar una mala noticia al igual que una buena, si es así, tu felicidad es permanente. En función de cómo tú controles esa reacción mental, tú puedes conseguir lo que quieras.

Entonces ¿cree que a los políticos les vendría bien realizar esta práctica?
Yo creo que en España y en el mundo, en general, tenemos un problema muy serio con los políticos. Están muy alejados del mundo del aikido. Es una cuestión de poder y mientras la política se base en eso no van a cambiar los políticos. Si la política se basara en administrar los recursos que tenemos para ser felices y para que haya para todos entonces la situación sería distinta pero eso es imposible en los políticos de hoy día. Ellos lo único que hacen es ponerse en una situación superior, son los que dominan al pueblo, por eso vivimos en un mundo que para vivir nosotros pisoteamos al tercer mundo. Pero a un político no le conviene pensar en estas cosas. Si desarrollaran una mayor conciencia espiritual, todo cambiaría pero eso es imposible porque eso es anti-poder, han establecido el régimen egoísta. Realmente creo que vivimos en territorio enemigo y hay que luchar porque eso cambie, sino esto no tiene solución.

El fundador del aikido dijo: “la esencia del aikido es la resonancia mutua del cuerpo con el eco del universo” ¿Cuál es para usted, la esencia del aikido?.
Para mí, la esencia del aikido es nuestra esencia espiritual. Se puede cumplir el principio de la armonización, si tienes una percepción intima de la unidad y para mi es la conciencia espiritual y el ser consciente de que todos venimos de lo mismo. Si conseguimos conectar con nuestra esencia espiritual  y conseguimos transmitirla al exterior, el mundo cambia.

¿Tiene algún proyecto o seminario previsto?
Si, en enero iré a Valladolid a impartir un seminario de aikido, y en noviembre del año que viene viajaré a Japón a entrenar con mi maestro Endo sensei, que intento verlo tres veces al año como mínimo. Además, lo veré también aquí en Granada que viene a dar un seminario a la ciudad deportiva de Armilla del 2 al 6 de diciembre.

Esta noticia se publicó en el diario Granada Digital. Aquí dejo el enlace a la entrevista .